Difíciles momentos sirven para
comprobar, que cuando el corazón no puede
más, el aferro en la esperanza enciende
claridad y limpia la impía mustia.
Con el paso de recuerdos se abdica
vehemente en la tragedia; que perece
en la quimera, mientras se enternece
el alma que se duerme y nada olvida.
No hace falta alarde en la despedida,
para reconfortar una promesa trunca,
caprichosamente perdida.
Tan sólo es suficiente; un aliciente
que perennice amor, la dulce frase
en la que se encierre… Un cariño ausente.
comprobar, que cuando el corazón no puede
más, el aferro en la esperanza enciende
claridad y limpia la impía mustia.
Con el paso de recuerdos se abdica
vehemente en la tragedia; que perece
en la quimera, mientras se enternece
el alma que se duerme y nada olvida.
No hace falta alarde en la despedida,
para reconfortar una promesa trunca,
caprichosamente perdida.
Tan sólo es suficiente; un aliciente
que perennice amor, la dulce frase
en la que se encierre… Un cariño ausente.
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