lunes, 7 de septiembre de 2009

REMEMBRANZAS DE VIDA


Yo nací en un vallecito andino llamado CHARAT.
Fui creciendo entre los cafetales y la pobreza,
mi abuelo Telésforo un humilde chacarero,
mi tío Glicerio, un ingenioso carpintero.
No había dinero para comprar riquezas,
sólo las fuerzas para el cultivo, la tierra era
generosa con nuestra comida.

Mi tío José, un sastre de exquisita costura,
mi tío Calixto un buen zapatero;
y yo: un niño creciendo.

Cuando alguien moría y tenía dinero, había que hacer el
féretro y una bonita mortaja, mi familia se alegraba por lo
del trabajo, mientras mi abuela Zoila decía que no está bien
reírse, y rezaba un Padrenuestro y un Ave María.
Al llamar a mi tía Consuelo, su nombre nos daba aliento,
mientras mi madre Ninfa, presidía el matriarcado pero lleno
de ternura.

Mi tío Heradio, el chistoso del clan Medina, con sus ocurrencias
el auténtico palomilla. Era el excelente futbolista de la selección
del pueblo, y con sus goles con la mano, hacía delirar de rabia y
euforia a la tribuna.
Siempre escuché los consejos de mi abuelo,
nunca creas de lo que te digan, hasta que tus propios ojos lo vean.
Nunca te sientas más ni menos ante nadie,
ni agaches la cabeza, sé siempre digno.

Un día los ingenieros decidieron que nuestro terreno,
tendría que dar paso a la nueva carretera,
en la hoja arrancada de un viejo cuaderno, se reclamó
nuestro derecho ¡Qué desilusión causó el rechazo!
Pues faltaba la firma del abanderado de la ley
en esta vida corta o larga, nadie es dueño de si mismo.
Mi querido pelotero,
ante ello se reveló, y esa osadía a la cárcel lo llevó.

Llegó la policía montada en sus mulas gordas y bien ensilladas,
el gobernador pensó en el preso:
Me traerás alfalfa para comida de las acémilas.
No tengo señor de dónde traer.
Es tu problema, yo no te pido excusas, te pido soluciones.
Cabizbajo marchó por el valle, al llegar a la chacra del gobernador,
se sintió tentado y toda la alfalfa la cortó.
Al regresar cumplido el cometido, palmaditas en el hombro recibió
y una licencia se ganó, y esa misma noche a la costa fugó.

Qué chasco para el gobernador al día siguiente,
pienso que sería una lección de vida,
que mientras más autoridad, no se puede ser un abusivo.
Hoy han pasado los años, parte de mi familia murió,
tal vez esperando que llegue la indemnización del terreno.
Al leer este relato que comparto con mis amigos los poetas solo quedan:
Consuelo, Heradio y mi Ninfita...

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