martes, 8 de septiembre de 2009

EL NIÑO Y LA DAMA


La dama sentada en el parque llora
la ausencia de su niña, sus ensayos
en el conservatorio son los rayos
que parten su alma arrulladora.

Y Kénet de once años con sus dedos
en los agujeros de una tabla,
digita palomas arrancando el habla
de aquel madero que entiende sus credos.

No sabe leer música en partitura.
Sus notas las derrama en el césped;
y de la bienaventurada, ser huésped.

Para arrancar los sauces con ternura
de aquel piano donde el arte quedó.
En el primer concierto. Que acunó.

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