Sentado sobre una pileta,
que bañaba en la noche la plaza Italia;
Felipe Pinglo Alva,
el bardo de la canción criolla;
Tamboriteaba sobre el cemento,
al ritmo de la banda republicana;
los valses y la marinera peruana,
en el corazón de los Barrios Altos.
Entre vivanderas y la retreta,
se alzaban los pañuelos;
que llegaban hasta el cielo,
de los coquetos y alegres bailes;
Y la “guapa Gianina”
correspondía al flirteo;
entre distintas clases sociales,
nacía un amor sincero.
Ella de noble cuna,
Él un humilde plebeyo;
¡Señor por qué los hombres!
No son de igual valor decía;
Si su sangre también teñía de rojo,
no era otro el corazón;
por que negarles a ellos,
la paz de tan sublime amor.
Hoy sólo se recuerda,
esa estampa que se inmortalizó;
y en cada 31 de Octubre:
La fiesta de la canción peruana.
que bañaba en la noche la plaza Italia;
Felipe Pinglo Alva,
el bardo de la canción criolla;
Tamboriteaba sobre el cemento,
al ritmo de la banda republicana;
los valses y la marinera peruana,
en el corazón de los Barrios Altos.
Entre vivanderas y la retreta,
se alzaban los pañuelos;
que llegaban hasta el cielo,
de los coquetos y alegres bailes;
Y la “guapa Gianina”
correspondía al flirteo;
entre distintas clases sociales,
nacía un amor sincero.
Ella de noble cuna,
Él un humilde plebeyo;
¡Señor por qué los hombres!
No son de igual valor decía;
Si su sangre también teñía de rojo,
no era otro el corazón;
por que negarles a ellos,
la paz de tan sublime amor.
Hoy sólo se recuerda,
esa estampa que se inmortalizó;
y en cada 31 de Octubre:
La fiesta de la canción peruana.
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