Te pedí que me escucharas
y me escuchaste.
Te pedí que me hablaras
y me hablaste.
Del numen de tus ojos,
tu luz llegó a mis febridos vitrales,
llenando mis ventanas,
con tu albo brial.
Hice mías tus riquezas
cual garduño agazapado;
y en mis etéreas salas,
tu leila de hurí.
Empecé a contemplarte,
mis manos descansando en tu cintura;
por tu pelo mis susurros como dedos de un niño
¡Para Acariciarte!
y me escuchaste.
Te pedí que me hablaras
y me hablaste.
Del numen de tus ojos,
tu luz llegó a mis febridos vitrales,
llenando mis ventanas,
con tu albo brial.
Hice mías tus riquezas
cual garduño agazapado;
y en mis etéreas salas,
tu leila de hurí.
Empecé a contemplarte,
mis manos descansando en tu cintura;
por tu pelo mis susurros como dedos de un niño
¡Para Acariciarte!
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